sábado, 6 de octubre de 2007

Charles Chaplin

Una amenaza para la democracia

Durante el período conocido como «caza de brujas», protagonizado por el senador católico McCarthy con el objetivo de perseguir la incursión comunista en Estados Unidos, la gran nación democrática bordeo la tentación fascista, al pasar por un período inquisitorial durante el cual muchos ciudadanos inocentes sufrieron persecución por simples sospechas. Veamos los hechos.

Para impedir la penetración nazi en Estados Unidos fue creado en 1938 el Comité de Actividades Antiamericanas. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, su patrocinador, el senador Ranking, consiguió reactivarlo cuando estaba a punto de ser disuelto y fue convertido en una Comisión permanente de la Cámara de Representantes. La Guerra Fría dotaría a esta Comisión de un objetivo claro: la represión del comunismo en Estados Unidos.

A los pocos días de proponer Truman, en marzo de 1947, su programa para la contención del comu­nismo en Grecia, se aprobó el Programa de Lealtad de empleados federales, orientado a descubrir funcionarios infiltrados, cuyo objetivo sería supuestamente pasar secretos a la Unión Soviética. Las tensiones de la Guerra Fría —bloqueo de Berlín, Alianza Atlántica— y sobre todo el estallido de la primera bomba atómica soviética en 1949 llevarían esta prevención anticomunista a un estado de histeria. Toda persona considerada sospechosa era inscrita en una lista, privada de su puesto de trabajo o internada en un centro de detención.

Espoleadas por McCarthy, las se­siones del Comité de Actividades Antiamericanas, en un clima de sos­pecha alimentado por la difamación y los rumores, descubrieron efecti­vamente algunos culpables pero a costa de perseguir a muchos inocentes. El senador católico elevó el nivel de los acusados cuando intentó acu­sar al prestigioso general Marshall, y ya en el mandato de Eisenhower, al secretario del ejército. Los méto­dos de McCarthy terminaron por desacreditarlo y fue destituido en 1954, aunque todavía continuó con menor ritmo la actividad del Comité durante algunos años.

Método: delación

Olvidando el principio jurídico de la presunción de inocencia, ante cualquier denuncia el Comité aplicaba la presunción de culpabilidad y era el acusado quien tenía que desmentir y aprobar su no pertenencia o simpatía por el Partido Comunista. Quienes reconocían su culpa, podían lavarla delatando a sus camaradas. El clima de relación se extendió por algunos círculos culturales y tuvo su momento culminante en las audiencias del Comité en 1951. El récord fue batido por el guionista de cine Martín Berkeley al denunciar 162 nombres de presuntos infiltra­dos en la industria cinematográfica.

De esta forma, se confeccionaron listas negras. La publicada por el Congreso en 1952 incluía 342 nombres de «antiamericanos», a los que no se debía proporcionar trabajo en ninguna actividad.

McCarthy instó a que se constituyeran en las ciudades comités y grupos de vigilancia privados. Miles de personas perdieron sus trabajos, se negó el pasaporte a los sospechosos de comunismo y procesó a numerosos residentes extranjeros.


Actores y actrices famosos delante del Capitolio opuestos a la «caza de brulas»

Dos procesos famosos

En esta atmósfera de sospecha no todas las víctimas eran inocentes. Con la indagación tenaz de un miembro del Comité, Richard Nixon, futuro presidente, se descubrió que un antiguo alto cargo del Departamento de Estado, Alfred Hiss, era un espía soviético. A su favor testificaron políticos destacados, entre ellos el Secretario de Estado Acheson, pero otros testimonios y algunas pruebas llevaron a su condenapor espionaje. El caso Hiss fue aprovechado por la derecha republicana para acusar a los demócratas de im­prudencia en la defensa de la seguridad nacional.

Más importante fue el proceso seguido contra los esposos Julius y Ethel Rosenberg (1950-1953), acusados de pasar secretos atómicos a Rusia. Detenidos por el FBI, fueron declarados culpables sin pruebas suficientes y condenados a muerte. A pesar de la campaña internacional en su favor fueron ejecutados en la silla eléctrica en la prisión de Sing Sing el 19 de junio de 1953. Muchos años después se ha sabido que, aunque efectivamente pertenecían al Partido Comunista, los secretos transmitidos no tenían la trascendencia que pretendió el hermano de Ethel, David Greenglass, quien denunció a su familia para conseguir un trato favorable en las acusaciones que pesaban sobre él. Y que en cualquier caso había sido una actuación de la esposa, pero probablemente sin participación de Julius Rosenberg.

«Caza de brujas» de Hollywood

Uno de los blancos de la inquisición política fue el mundo del cine, entre otras razones porque la audiencia a directores y actores famosos proporcionó a los miembros del Comité una extraordinaria publicidad. Convocados a declarar 41 sospechosos, 19 de ellos se negaron a comparecer, juzgando la actuación indagatoria contraria a la Constitución, entre otros el escritor Alvah Bessie, el guionista Dalton Trumbo, el director Edward Dmytryk. En apoyo de los que fueron motejados de «testigos inamistosos» se movilizó el denominado Comité de la Primera Enmienda, que integró a cerca de 500 profesionales del cine. En esa circunstancia defendieron la libertad figuras famosas, como Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gene Kelly, John Huston. Entre los que colaboraron con el Comité y denunciaron a otros cineastas, pronunciando además dis­cursos patrióticos de tono anticomunista, comparecieron Gary Cooper, Ronald Reagan, Robert Taylor.En la lucha entre el Comité de Actividades Antiamericanas y el Comité de la Primera Enmienda, la posición de la industria del cine, con la negativa de trabajo a los sospechosos, decantó la balanza produciendo deserciones en las filas de los defensores de la libertad; fue el caso de Humphrey Bogart, que se dio de baja de su Comité, y el del director Dmytryk, quien tras se condenado a seis meses de cárcel decidió, ya en prisión, confesar su militancia comunista y su arrepentimiento, proporcionando una lista de 26 correligionarios de partido. Con esta claudicación pública salió en libertad y encontró trabajo inmediatamente.

Perseguidos ilustres

Entre las víctimas de la histeria anticomunista hay que recordar a Charles Chaplin. Su confesión de que nunca había sido comunista ni había pertenecido a ningún partido no impidió que supiera que sería llamado a declarar. Decidió no regresar a Estados Unidos y fijó su residencia en Suiza.Muchos profesores universitarios se encontraron en dificultades o sin trabajo. Y algunos escritores figura­ron entre las filas de sospechosos de antiamericanismo. El alemán Bertold Brecht se vio obligado a atender las solicitudes del Comité, por su carácter de extranjero, aunque no por ello abandonó su apoyo al Comité de la Primera Enmienda. El genial guionista Dalton Tnimbo no pudo firmar con su nombre algún filme excepcional; sólo en 1960 se supo que era el responsable del guión de «Éxodo» y «Espartaco». El novelista Dashiel Hammet, autor de novelas negras, entre la que destaca El halcón maltés, se negó a testimoniar y fue condenado por desacato. Tras cinco meses en prisión, fue puesto en libertad por su penoso estado de salud.En este periodo, en una de las pa­trias de la libertad, fue precisamente la libertad la que se vio en peligro.

Un interrogatorio inquisitorial

(...) Una semana después recibí una llamada telefónica del Departamento de Inmigración para decirme que desearían formularme algunas preguntas. ¿Podían venir a mi casa?

—Desde luego —contesté.
Vinieron tres hombres y una mujer; la mujer traía una máquina estenográfica. Los otros llevaban unas cajitas cuadradas que contenían, indudablemente, magnetófonos. El principal interrogador era un indivi­duo alto y delgado, de unos cuarenta años, apuesto y astuto. Me di cuenta de que eran cuatro contra uno, y que debí haber hecho que es­tuviera presente mi abogado, aunque no tenía nada que ocultar.Los conduje a la veranda y la mujer llevó su máquina estenográfica y la colocó sobre una mesita. Los otros se sentaron en un diván, con los magnetófonos delante. El interrogador sacó un dosier de unos treinta centímetros de alto, que depositó cuidadosamente en la mesa que tenía junto a él. Me senté enfrente. Luego empezó a hojear su dosier, hoja por hoja.

—Es Charles Chaplin su verdadero nombre?

—Sí.

Algunas personas dicen que su nombres es... (aquí mencionó un nombre de evidente sonido extranjero) y que usted es originario de Galitzia.

—No. Mi nombre es Charles Chaplin, como mi padre, y nací en Londres, Inglaterra.

—Dice usted que no ha sido nunca comunista?

—Nunca. No he formado parte jamás de una organización política en mi vida.

—Usted pronunció un discurso en el que dijo «camaradas». ¿Qué quería usted dar a entender con eso?

—Exactamente eso. Busqué la pa­labra en el diccionario. Los comunistas no tienen la exclusiva de esa palabra.

Continuó con preguntas por el estilo; luego, de repente inquirió:

—>Ha cometido usted alguna vez adulterio?

—Oígame —le contesté—, si está buscando una argucia para echarme del país, dígamelo y arreglaré mis asuntos de acuerdo con ello, porque no deseo permanecer en ninguna parte donde se me considere perso­na non grata.

—Oh, no! —me dijo—; es una pre­gunta que se hace al tramitar todos los permisos para una nueva entrada.

—Cuál es la definición de «adulterio»? —pregunté.

Los dos buscamos en el diccionario.

-Significa "fornicaciòn con la esposa de otro hombre" - me dijo

Reflexionè un momento

No, que yo sepa -le dije

-Si este paìs fuese invadido , lucharìa por defenderlo?

-Con toda seguridad, quiero a esta Naciòn, aquì tengo mi hogar y aqui he vivido durante 40 años -contestè

-Pero Ud. no se ha hecho ciudadano americano.

-No hay ninguna ley en contra de eso. Sin embargo pago aqui mis impuestos.

-Pero por que sigue las consignas del parido?

- Si Ud. me dice lo que son las consignas del partido y de que partido podrè contestarle si las sigo o no.

Sobre "El Gran Dictador"

Más de cincuenta años después, se reestrena en España El gran dictador, la obra de Charlie Chaplin sobre las dictaduras europeas

Pero Chaplin sigue adelante, ignorando no sólo a los alemanes sino también a los exhibidores norteamericanos, que le advierten que no pasarán El gran dictador tras su estreno. "La voy a proyectar ante el público, aunque tenga que comprarme o mandarme construir un cine para ello, y aunque el único espectador de la sala sea yo", responde a la prensa. Finalmente, la cinta se estrena el 15 de octubre de 1940 en Nueva York y desata un revuelo aún mayor del esperado.

La prensa más conservadora, encabezada por los periódicos del todopoderoso William Randolph Hearst, acusa a Chaplin abiertamente de "comunista" y buena parte de la prensa especializada ataca duramente al filme, tachándolo de desigual e impreciso y centrando sus críticas en el largo discurso final en el que el director toma la palabra superando a su personaje y lanzando su propia proclama de democracia e igualdad. El propio Chaplin tuvo que defenderse en The New York Times. "Para mi es la conclusión lógica de la historia. Hay quienes aseguran que se sale del personaje del barbero. ¿Y qué? La película dura dos horas y tres minutos de pura comedia, ¿no se disculpará que finalice con una nota que refleja en forma honesta y realista el mundo en el que vivimos y no se disculpará un alegato en favor de un mundo mejor?".

A pesar de las explicaciones, El gran dictador se prohibe en muchos Estados norteamericanos y en la Europa dominada por el fascismo, además de países como Argentina. En España, la película no se estrena hasta 1976, tras la muerte de Franco. El propio Hitler sintió curiosidad por ver qué había hecho Chaplin y consiguió una copia que proyectó dos veces seguidas sin hacer ningún comentario.

El retrato que realiza Chaplin en El gran dictador presenta a un Hitler (escondido tras el nombre de Hynkel), inseguro, irascible, ebrio de sí mismo y cuya única fuerza consiste en el grito. El alter ego de Chaplin también entra en escena como un barbero judio que vuelve a su barrio sin saber de la persecución de su raza y que, al final, será el responsable de sustituir a Hynkel con un discurso de amor y fraternidad. Junto a ellos figuran otros personajes claramen reconocibles como el intrigante e inteligente Garbitsch (Goebbles), el cerril Herring (Göring) o su mayor aliado Napaloni (Mussolini), magnificamente interpretado por el actor Jack Oakie. En líneas generales la cinta respira un ambiente satírico de denuncia que, sin embargo, no deja entrever la magnitud del holocausto que tendría lugar en los años posteriores. "Si hubiera sabido lo que iba a ocurrir no habría podido realizar una película de espíritu cómico. Todo fue demasiado horrible", explicó mucho más tarde Chaplin.

Sin embargo, lo que sí cambió radicalmente fue la percepción de la película de Chaplin tras el ataque japones a Pearl Harbour, un año después de su estreno, que provocó la definitiva implicación de los Estados Unidos en el conflicto mundial. A partir de ahí la cinta disfrutó de un éxito sin precedentes, que no se apagaría hasta la actualidad. Ahora, más de sesenta años después de su filmación, El gran dictador regresa a las pantallas de cine en unos tiempos que, como entonces, anuncian una guerra donde los inocentes tienen mucho que perder. Quizás la reflexión de Chaplin sobre la sinrazón de la violencia sea más necesaria que nunca.

Discurso del barbero

"Lo siento pero yo no quiero ser un Emperador - ese no es mi negocio - no quiero gobernar o conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todos si fuera posible, a los judíos, a los gentiles, a los negros, a los blancos. Todos queremos ayudarnos los unos a los otros, los seres humanos somos así. Todos queremos vivir por la felicidad de todos, no por la miseria de los demás. No queremos odiar y despreciarnos el uno al otro. En este mundo hay espacio para todos y la tierra es rica y puede proveernos a todos.
El modo de vivir puede ser libre y hermoso, pero hemos equivocado el camino.
La avaricia ha envenenado las almas de la gente. Ha levantado barricadas de odio en el mundo; ha dado en nosotros un paso de ganso hacia la miseria y el derramamiento de sangre.
Hemos desarrollado la velocidad pero nos hemos encerrado en las máquinas que nos dan abundancia, que nos ha dejado sin deseos.
Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia nos ha endurecido y quitado toda amabilidad.
Pensamos demasiado y sentimos muy poco: Más que la máquina, necesitamos a la humanidad; más que a la inteligencia, necesitamos la bondad y la suavidad. Sin esas cualidades, la vida será violenta y todo estará perdido.
El avión y la radio nos han acercado. La naturaleza misma de esas invenciones pide a gritos la bondad entre los hombres, clama la hermandad universal para la unidad entre todos nosotros. Incluso ahora, mi voz llega a millones en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y pequeños niños, todos víctimas de un sistema que hace que hombres torturen y encarcelar a gente inocente. A todos los que pueden oírme les digo: "No se desesperen".
La miseria que ahora cae sobre nosotros es sólo el pasar de la avaricia, la amargura de los hombres quienes temen el camino del progreso humano: el odio de los hombres pasará y los dictadores morirán y el poder que ellos tomaron de la gente, regresará a la gente y mientras que los hombres ahora mueren, la libertad nunca perecerá...
¡Soldado! - No te sometas a las bestias, los hombres que te desprecian y esclavizan - los que reglamentan tu vida, y te dicen qué hacer, qué pensar y qué sentir, los que te entrenan, los que te tratan como ganado, como carne de cañón.
No te entregues a esos hombres desnaturalizados, hombres máquinas, con mentes de máquinas y corazones de máquinas. Tú no eres ganado. Tú eres un hombre. Ustedes tienen que tener amor por la humanidad, en sus corazones. Ustedes no odian - sólo lo hacen los desnaturalizados, sólo los desnaturalizados que no sienten amor. ¡Soldados! No luchen por la esclavitud, luchen por la libertad.
En el Capítulo Diecisiete de San Lucas está escrito: "el Reino de Dios está dentro de los hombres"- no sólo un hombre - sino todos los hombres - en ti, en toda la gente.
Tú, la gente, tienen el poder, el poder para crear máquinas, el poder para crear la felicidad. Tú, la gente tienen el poder de hacer la vida libre y hermosa, hacer de esta vida una maravillosa aventura. Entonces, en nombre de la democracia, vamos a usar ese poder - Vayamos todos unidos. Vamos a luchar todos por un mundo nuevo, un mundo decente que dé a todos los hombres una posibilidad para trabajar, que le dé un futuro, una vejez y seguridad.
Prometiendo esas mismas cosas, las bestias han tomado el poder, pero ellos mienten. Ellos no cumplen su promesa, ellos nunca lo harán. Los dictadores se liberan pero ellos esclavizan a la gente. Vamos ahora a luchar para realizar aquella promesa. Vamos a luchar para liberar al mundo, para abolir las barreras nacionales, abolir la avaricia, el odio y la intolerancia. Vamos a luchar por un mundo de razón, un mundo donde la ciencia y el progreso conduzcan a la gente hacia la felicidad.
¡Soldados! ¡En el nombre de la democracia, unámonos!
¡Levanta la vista! ¡Levanta la vista! Las nubes se alzan - el sol se abre camino. Salimos de la oscuridad hacia la luz. Entramos en un mundo nuevo. Un nuevo mundo amable, donde los hombres se elevarán sobre su odio y bestialidad.
El alma del hombre ha adquirido alas - y por, fin él comienza a volar. Él vuela hacia el arco iris -hacia la luz de la esperanza- hacia el futuro, ese glorioso futuro que le pertenece, me pertenece a mí y a todos nosotros. ¡Levanta la vista! ¡Levanta la vista!"